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Aquelarre es querida, porque habla de nosotros como país[]

por Equipo Chilenoveleros

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Arnaldo Madrid

¿Recuerda cuál fue la primera impresión que tuvo junto a Fernando Aragón de la idea presentada por Hugo Morales y si es cierto que se barajaron los títulos tentativos de "Valle del sol" y "La novia de la noche"?

A Fernando, como jefe de equipo, le presentaron varios proyectos y la idea de un pueblo donde no nacían hombres le pareció muy atractiva, cosa que compartí plenamente con él. Fue una estupenda decisión de todos optar por “Aquelarre”. Respecto al título, yo propuse para la teleserie “La Novia de la Noche”, que es una flor argentina, y a Fernando le pareció bueno e inquietante. Así titulamos a la historia en los primeros capítulos escritos. Tiempo después, Quena nos comunicó el 30 de abril que la telenovela iba a llamarse “Valle del Sol”. A Fernando no le gustó, decía que parecía publicidad de pisco. Además era un título que competía en desventaja contra Cerro Alegre, sonaba duro y masculino en un mundo femenino, y era engañoso, ya que no tenía nada que ver con ninguna de las historias. A ninguno de los miembros del equipo les gustó el título, hasta que el 4 de junio supimos que se llamaría "Aquelarre", pero ahí fue a Fernando a quien no le gustó.

¿Cuáles y cuántos fueron los cambios más sustanciales que le hicieron a la biblia de Aquelarre, junto a la asesoría de Jorge Marchant Lazcano?

Hasta ese momento no existía la costumbre de hacer biblia en TVN y si hubo biblias contundentes nunca las vi. Se presentaba un resumen, que muchas veces no pasaba de dos páginas, y una breve descripción de los personajes. Pienso que era un buen sistema, porque no era difícil darse cuenta cuando una historia tenía carne y era crecedora en conflictos. Biblia propiamente tal no hicimos, sino que todo se fue estructurando reunión a reunión en el equipo antes de empezar a escribir las escenas. Jorge Marchant Lazcano participó de ese proceso y muchas veces también estuvieron, de los que recuerdo, Quena, Pablo Ávila y Víctor Huerta.

¿Aquelarre corrió el riesgo de no llegar a producirse y que otra historia entrara en su lugar?

Hubo otra historia que a Quena Rencoret le gustaba, que era un proyecto que presentamos con Fernando que se llamaba “Curva Peligrosa” y que estaba más en la onda de la directora de explorar nuevos caminos en las teleseries chilenas, como lo había demostrado al hacer Tic Tac. En pocas palabras, era la historia de cuatro adolescentes que al terminar la Enseñanza Media emprenden un viaje luego de una desastrosa PAA y en una curva del camino tenían un accidente y se salían del camino. La polola del protagonista caía del auto, los otros llegaban a un mundo paralelo. Se desarrollaba la acción en parte en ese mundo perdido y en parte en este, donde comenzaba la búsqueda de los tres desaparecidos, con la polola a la cabeza. A Quena le gustó, porque solía ser arriesgada a veces en la búsqueda de caminos distintos para las telenovelas nacionales. Tenía todos los ingredientes de teleserie, empezando por historia de amor. Le había ido bien en algunas de sus realizaciones, pero todavía no la “rompía” con un gran rating, como sí había pasado en el primer semestre. A mí también me encantaba ese proyecto, pero el pueblo donde no nacían hombres y había una mujer misteriosa que se paseaba vestida de novia por la noche era muy potente y llamaba inmediatamente la atención. Fernando nunca tuvo ninguna duda que era la mejor idea para trabajarla de todas las presentadas.

¿Cómo fue que recurrieron a La Casa de Bernarda Alba y Tieta de Agreste para fuentes de inspiración en los núcleos de las Patiño y el pueblo en sí? ¿Hubo más inspiraciones literarias o cinematográficas?

La casa de Bernarda Alba se me ocurrió en una reunión que tuvimos del grupo con la directora y a Hugo le encantaba la telenovela Tieta y el realismo mágico de la producción brasileña, supongo que influyó en la inspiración para inventar a “la novia de la noche”. La obra de García Lorca se usó para darle un marco a la familia que estaba en el proyecto original, con las hijas con nombres masculinos feminizados, porque la matriarca de la familia siempre los elegía antes del nacimiento con la esperanza de tener un niño. Como la idea fue aceptada, se le cambio el nombre original a la madre -que no recuerdo- por “Bernardita Alvárez” y el de la empleada, que se convirtió en “Poncia”. No recuerdo que hubiera otras inspiraciones literarias fuera de La casa de Bernarda Alba. No sé si alguno del grupo había leído la obra de Amado.

¿El equipo de guionistas supo qué actores iban a estar originalmente en la teleserie, pero que después acabaron bajándose o intercambiando roles con otro actor/actriz y si acaso existieron personajes que tuvieron que crear para ciertos actores?

En “Aquelarre” no recuerdo que haya pasado, la verdad. Nos informaban a medida que iban dándoles los roles a los actores, pero hubo también aportes cuando nos preguntaban. Recuerdo el caso de Francisco Pérez-Bannen, que se le ocurrió a Fernando. Fue resistido al comienzo, porque era sacarlo de los roles de galán joven que estaba interpretando hasta ese momento.

¿Cuál fue el mayor atractivo al momento de escribir las escenas de la gran dupla de villanas Elena Vergara y Silvana Montes?

Silvana Montes y Elena Vergara fueron personajes que nos fueron entusiasmando cada vez más, a medida que desarrollábamos la historia. Fernando a veces daba a elegir al grupo las escenas que querían escribir. A Nona le tocaba antes que a mí y ¡siempre elegía las escenas que quería yo! Algunas de ellas eran de Silvana y Elena.

A 20 años de distancia, ¿qué opinión tiene de la pareja romántica protagónica -Emilia y Juan Pablo- tanto sus personajes como sus intérpretes?

Fue una historia de amor de principio a fin y ese “detalle” de la historia de amor lo entienden en Argentina, México, Turquía, Colombia y la mayoría de los países donde se producen telenovelas. Somos uno de los pocos países con dificultades para narrar historias románticas. Fernando era muy respetuoso del género y nunca aceptó el “facilismo” de hacer caer a los protagonistas en una infidelidad, por ejemplo. Luego de esa introducción sólo puedo agregar que Emilia y Juan Pablo fueron estupendamente interpretados por Álvaro Rudolphy y Sigrid Alegría, porque le dieron fuerza interior a personajes que costaba escribir. El caso específico para interpretar a Juan Pablo era muy difícil, porque todo lo que le pasaba era por dentro. Siempre pasa que las historias de amor son las más difíciles de crear sin caer en facilismos como el que mencioné antes. Si en la escaleta la pareja protagónica no tenía escenas, Fernando se las arreglaba para incorporarlos al editar.

Aquelarre, pese al gran éxito de rating que cosechó, tuvo una fuerte competencia de parte de Cerro Alegre. ¿Qué opinión tuvo sobre la historia escrita por guionistas debutantes en Canal 13 y cuáles cree que fueron las fortalezas que lograron que Aquelarre se impusiera de sobremanera?

Tuvimos a Fernando Aragón como jefe de equipo. Esa fue la gran fortaleza, porque nunca perdía de vista lo que era la esencia de una teleserie y siempre ponía ingredientes al guiso que profundizaban las historias, uno de los que recuerdo fue convertir al protagonista en un leucémico que venía a morir a su pueblo natal. Vi sólo el principio de “Cerro Alegre” y la encontré entretenida con su historia de amor hecha especialmente para el fin del milenio. Tengo la mejor opinión de Sebastián Arrau, porque años después trabajamos en una telenovela que, a pesar de tener el más fome Story Line que recuerde: “un ex matrimonio que se pelea un taller mecánico”, logramos junto a Francisca Bernardi y Andrés Telias inventar cosas entretenidas que nos permitieron ganar “la guerra”. No dudo que “Cerro Alegre” tiene que haber sido entretenida, pero la nuestra era más.

¿Qué recuerdos posee del núcleo de las temporeras, del haras Guerra y el club La Petunia?

De las temporeras recuerdo en una reunión que, con gran pasión y gestos elocuentes, Nona Fernández dijo: “Me falta tierra” y después se lanzó larga perorata al respecto. Nos hizo sentido. Y de ahí nacieron las temporeras, con dos personajes que fueron fundamentales: Scarlet Jara, nombre que se le ocurrió a Jorge Marchant en referencia la película Lo que el viento se llevó; y Tina, interpretada por Alejandra Fosalba, que terminó siendo la que se quedó con el personaje masculino más disputado de la historia, el “Toro Mardones”. Existía en el proyecto original, pero se le agregó que fuera un poco “falto de luces” para darle el toque ingenuo, que Pérez-Bannen interpretó de manera estupenda. La casa-pensión de Chela, que me parece tan importante como las mencionadas, se estructuró sobre la base de las telenovelas mexicanas, de las que Chela y su hija eran grandes fanáticas y que les distorsionaba el mundo real. Era muy divertido escaletear y escribir las historias de ambas y del resto de los personajes que vivían ahí. El Club la “Petunia” era una extensión de esa casa, necesario para reunir varios personajes en espacio neutro donde, como en todo el pueblo, se cortaba la luz a las diez de la noche. Estuvimos todos muy inspirados a la hora de inventar cosas para los micromundos. El Haras fue fundamental para mostrar todos los vicios del patriarcado de manera divertida. Una cosa que me encanta dentro de todas las que me encantan, es la lógica particular que tenía cada personaje y que conocíamos como si hubieran sido de nuestra propia familia. Se potenciaron rasgos que todos de alguna manera tenemos. Es muy difícil que cualquier espectador no haya encontrado parecido a alguien cercano con al menos uno de los personajes.

Aquelarre contó con un centenar de personajes femeninos potentes en menor como mayor grado, en su mayoría con mucho carácter y progresión dramática. Cuéntenos cuáles eran sus favoritas y por qué

Fue una teleserie en la que me gustaban la mayoría de los personajes, incluso algunos que eran “bolos” como el de Lourdes, interpretado por Carmina Riego, fue creciendo a medida que avanzaban los capítulos. Es una de mis teleseries favoritas, porque era sólida y entretenida como historia, y con personajes fascinantes. Se me vienen a la cabeza los de la casa de Bernardita, Silvana, Elena, las temporeras, Chela, Carolina, todas estupendamente interpretadas después. Era muy entretenido inventarle situaciones y escribir las escenas de cualquiera de ellas. Suele pasar cuando uno escribe una telenovela que lo que imaginaba en la escritura ya no es “tan” entretenido cuando se lo ve en pantalla. En Aquelarre no pasó, al contrario. Todas las locuras que se nos ocurrían fueron producidas y bien dirigidas después y era harto difícil meter a la mayoría de los personajes en una micro rural para llegar donde estaba el personaje de Íñigo Urrutia, Marcelo Alfonso, como le decía su novia Carolina, para suicidarse tirándose al paso de un tren y conseguir un tren para grabar una escena. Todavía aplaudo a los que lo hicieron posible. Y ese ejemplo es uno entre muchos.

¿Qué opinión tiene de los roles humorísticos de la teleserie (Rodolfa, Bernardita, Toro Mardones, Chela, ¿Carolina, Marcelo, Mireya, Julia, Tina, Lourdes, Alelí)?

No hay roles humorísticos, hay situaciones humorísticas que los personajes, con la lógica interna de cada uno y características externas que les dieron los que los interpretaron, vivían de manera dramática. No hay ningún personaje inventado para cumplir el rol de “cómico”. Eso tiene que ver más con el tono que se le quiere trabajar la historia.

¿Hubo alguna intención de presentar con los personajes de Ricarda Patiño, Cristián Valdés y Lorena Meneses alguna analogía homosexual y lésbica? Especialmente respecto a las personalidades de los jóvenes y la tensa relación entre Lorena y su madre, sumado al rechazo del pueblo

No recuerdo si el personaje de Cristián estaba en el proyecto original de Hugo Morales o fue un aporte de Jorge Marchant, que estuvo en las reuniones, cuando se estructuraba la historia y después leyó los primeros capítulos para dar su opinión crítica. El adolescente que llegaba a estudiar a un pueblo de mujeres, con actitudes femeninas, que enloquecía a todas sus compañeras nos ayudó mucho a su historia con Ricarda Patiño, que tenía ciertas actitudes “masculinas”. Pero no pasaron de ser actitudes de ambos personajes entendidas el año 99 como del sexo opuesto. De Lorena no recuerdo que tuviera nada lésbico, es probable. Más potente fue la relación Elena-Silvana, porque por el camino Nona le fue agregando “piel” a la relación que tenían, lo que se traducía en masajes de la empleada, lo que evidentemente le daba el toque ambiguo. Hubo escenas que no pasaron el filtro por tanto toqueteo entre ellas. Me contaron en esa época que Coca Guazzini y Catalina Guerra cuando se encontraban en el canal se decían en broma “mi amor”.

¿Ustedes como guionistas pensaron que los televidentes podrían descubrir antes del último capítulo que Camelia Huidobro era la otra Novia de la Noche, al ser un personaje en pantalla carente de historia propia, que a su vez era usada como distractor?

Camelia fue “La novia de la noche” desde los primeros capítulos, no se lo inventamos al final porque era un personaje opaco. Al contrario, fue así porque siempre supimos que era la mujer que se paseaba de noche vestida de novia. Tengo entendido que Quena se lo contó a la actriz desde que se enteró. Tengo un caso parecido en mi historia telenovelesca, fue la adaptación libre que hicimos con Fernando para Champaña en Canal 13. Cuando empezamos a escribir los capítulos sabíamos que el personaje de “Verónica” interpretado por Amparo Noguera era la asesina. En Aquelarre no hay ninguna escena que desmienta que Camelia era la novia de la noche. Las pistas las fuimos entregando por el camino y también los despistes. Es fantástico cuando hay un misterio tan potente saberlo desde el principio, permite mayor maniobrabilidad en el manejo de los personajes sin caer en incoherencias. Siempre pienso que hay espectadores que descubren lo que les mostramos veladamente, pero hay otros a los que es muy fácil distraer. No tengo una opinión de “los espectadores” en general.

¿Cómo tomaron la indicación de Pablo Ávila de no matar a Juan Pablo y si acaso iba a morir debido al trato indolente que tuvo respecto a la leucemia que lo aquejaba?

No fue una indicación de Pablo Ávila, fue idea de Fernando Aragón. Me enteré a mi regreso y recuerdo que Fernando me comentó que Cecilia Stolze lo llamó para comunicarle la decisión del canal al respecto. Fue la mejor opción que se pudo haber tomado dadas las circunstancias de los niños involucrados.

¿Les costó decidir a ustedes los desenlaces de lo siguiente personajes: Eduarda (monja), Rodolfa (loca), ¿Bernardita (ignorando secreto de Eduarda y Poncia)?

¿Que Rodolfa era loca? para nada, siempre lo fue en el transcurso de la teleserie, porque a su personaje también la obra de García Lorca le dio un marco: la locura. Soy un convencido que no hay por qué hacer público entre todos los personajes involucrados los secretos. Y el de Poncia y Eduarda que era que la hija de la primera era medio hermana de la otra, lo hicimos evidente, pero de todas las Patiño sólo Eduarda tenía la oscuridad suficiente para darse cuenta. La casa de Bernarda Alba también aportó para un rasgo de la personalidad de la madre, que se negaba a aceptar realidades que la incomodaran. En la obra, la versión oficial que la madre transmite al mundo fue que su hija “Adela” murió virgen, en la teleserie el marido de Bernardita era para ella un hombre fiel. Imposible revelarle el secreto sin que desmoronara todo lo que había construido en su vida. En eso influye el querer a los personajes, reírse con ellos y no reírse de ellos, regla que con Fernando siempre cumplimos. El camino hacia el monasterio de Eduarda es constante durante la telenovela, vivía en permanente conflicto interior por lo que se confesaba muy a menudo. A ella y la mayoría de los habitantes del pueblo de “Aquelarre” les dimos características de personas de épocas pasadas en un pequeño pueblo provinciano, lo que aportó mucho humor a la historia en general.

¿Cómo cree que fue el tratamiento que le brindaron a Aquelarre respecto a la geografía ficticia de la zona en que se desarrollaba el pueblo, con sus vecinos -Río Claro, Frutillar Alto, La Rufina?

Si alguien se dedicara a hacer el mapa del lugar donde transcurría la acción descubriría, que guardando las distancias, es tan coherente como el mapa donde transcurre El Señor de los Anillos. Fuimos estructurando geográficamente de tal manera la teleserie que cada pueblo vecino tenía una característica especial. Para mí, fue laboralmente hablando, muy estimulante que hasta en esos detalles lo hicimos muy bien entre todos. El mapa del pueblo de Aquelarre y sus alrededores es fascinante.

¿Cómo cree que ha envejecido Aquelarre y por qué piensa que sigue siendo tan recordada y querida por varias generaciones?

Soy, obviamente, subjetivo en la respuesta. Aquelarre no debería haber envejecido porque es una historia que está estructuralmente bien contada. Hasta el por qué no nacían hombres en ese pueblo está justificado, porque tuvimos reunión con un gran genetista como asesor y le planteamos el tema del perfume extraído de una flor extraña. Y nos dijo: “Es posible”. Y ese “es posible” es lo que hace que una historia sea creíble. Es querida porque habla de nosotros como país, es sólida como historia, va sorprendiendo capítulo a capítulo. Hay una frase que se le atribuye a Tolstoi y es: “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”. En Aquelarre “pintamos muy bien” un pueblo del campo chileno que nos representa a todos de alguna manera, ¿quién no tiene algún antecedente biográfico campesino en Chile?

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